Entras a la casa luego de abrir la puerta, la luz te sorprende, te invita a caminar, pero aún no sabes que te espera. Luego, un par de muros blancos, con un rodapie de madera fina te conmueven, volteas a un costado. Al fondo, el ventanal, con su luz blanca, tan sutil y frágil. El interior del espacio, con ese piso de madera y ese matiz atemporal. Muebles que configuran una atmósfera clásica y al mismo tiempo contemporánea. Es ese un espacio ligero, elegante, íntegro. Sigues caminando, te diriges al espacio privado dónde te espera un recorrido íntimo, en el cual la tonalidad y la textura te invitan a descansar. Todo el departamento es luminoso, fresco. En él se pueden recibir a los invitados, tocar el piano, recordar la importancia del arte y la música.